Los autores de esto cantos, por lo general anónimos, son altos dignatarios de la Iglesia, clérigos y estudiantes atiborrados de retórica latina y lecturas de clásicos, que ponen toda su preparación literaria y su agudo ingenio al servicio de una creación poética que satiriza su entorno, parodia la majestad de los himnos eclesiásticos, canta alegremente al vino o al amor y da rienda suelta a la malicia estudiantil. Difícilmente puede verse en este feliz descenso de la poesía docta, desde las alturas del templo o la severa cátedra, hasta la taberna o el lupanar, la pretensión de divertir al pueblo, pues como advierte el medievalista español Martín de Riquer: “No [es] para divertir al pueblo, que difícilmente podría entender su engolado latín y su chiste intelectual, sino para cantar en regocijado grupo de gente cultivada.
Los poetas que nutren este movimiento son llamados goliardos (goliardi) yclérigos vagantes (clerici vagantes). Los segundos son, por lo general, o bien estudiantes en constante movimiento de una escuela a otra, pues es el momento en que las grandes universidades europeas se están organizando, y que se ganan el sustento diario ejerciendo actividades más o menos relacionadas con los juglares; o bien, clérigos sin beneficio o monjes que han abandonado el claustro de las órdenes religiosas y se han entregado a una vida irregular y errabunda. En cuanto a los goliardos, no resulta fácil determinar el origen de dicha denominación.
Para algunos, el término alude al gigante Goliat a quien se relacionaba con el demonio; otros sostienen que la palabra deriva de gula, dada la glotonería y la afición por el vino que demuestran muchos de estos poetas; hay quienes afirman que se trata de una referencia al “obispo Golias”, un santo patrón posiblemente mítico, al que muchos goliardos hacen referencia; lo único que puede afirmarse en este sentido, es que estos poetas se daban a sí mismos el nombre de goliardos afirmando en tono burlón que pertenecían a la “orden goliárdica”, afirmación que no debe tomarse en serio. Sin embargo, estas clasificaciones no describen a todos los autores de este movimiento. Altas dignidades eclesiásticas, así como también destacados personajes de la cultura de la época cortejaron a su musa con este género de poesía como el Canciller Felipe, el gramático Matthieu de Vendôme o el diplomático y poeta Pierre de Blois, entre otros.
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